Nunca desestimes cómo fueron tu propia gestación y tu propio nacimiento, pues tal vez ahí se halle la causa de lo que ocurre años después
En algunas ocasiones, el origen del bloqueo está en algo vivido durante esta etapa, la etapa del periodo fetal, que abarca nuestra concepción, nuestra gestación, nuestro desarrollo dentro del vientre materno y nuestro nacimiento.
Aquí se incluye lo que Fréchet denominó el proyecto sentido, es decir, el motivo inconsciente de nuestros padres que propició que fuésemos concebidos. Esta información es muy poderosa, ya que tiene que ver con la motivación inconsciente que nos trajo a la vida, así que la fidelidad al cumplimiento de ese proyecto se mantiene en muchas ocasiones por encima de nuestros propios proyectos y de lo que queremos conscientemente en nuestra propia vida.
En la actualidad, conocemos la influencia de las emociones de la madre gestante en su bebé, pero no tenemos muy en cuenta cómo repercuten esa programación y deseo inconsciente en la persona adulta que será en un futuro, y en sus posibles embarazos y su fertilidad.
Sin embargo, ese proyecto inconsciente, las vivencias de la madre durante el embarazo o el propio nacimiento afectan a nuestra fertilidad de adultas. La relación tan estrecha que existe entre madre e hijo, ya durante el período prenatal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, especialmente en los últimos años. Y, conforme avanza el conocimiento de la vida intrauterina, aumenta el interés por parte de la comunidad científica, tanto en lo que se refiere al vínculo en sí como a sus implicaciones tras el alumbramiento.
El vínculo biológico
Según un informe elaborado por un equipo de expertos de la Universidad de Navarra, “desde el inicio, y mientras el embrión atraviesa las trompas de Falopio maternas, envía avisos moleculares y la madre responde, estableciéndose un diálogo molecular por el que el embrión recibe energías para vivir y ambos se preparan a pasar esos nueve meses de vida en simbiosis”.
El vínculo afectivo
El apego madre-hijo comienza también en la preñez, como un instinto natural que sirve para proteger y cuidar al nuevo ser. Así, entre el segundo y el cuarto mes aumenta de forma significativa en la embarazada la producción de progesterona, una hormona que controla la respuesta emocional y física al estrés; además, paralelamente se almacena oxitocina, un neurotransmisor relacionado con la confianza que permite desarrollar una particular capacidad para detectar las necesidades del bebé.
Hoy en día, la tecnología ofrece la posibilidad de observar por neuroimagen las emociones de la madre al escuchar el latido del feto, al contemplarlo en una ecografía o al sentir cualquier otro tipo de estímulo. La reacción inmediata del feto constituye la prueba más evidente de ese extraordinario nexo materno-filial, capaz de modificar el cerebro de la mujer a fin de incrementar su sensibilidad y responder a las consignas básicas de su pequeño, y de hacer sentir y grabar en el pequeño en tan temprana etapa de su vida las primeras informaciones que quedarán registradas en sus células, y que determinarán respuestas biológicas posteriores.
Otro elemento importante que interviene en esta peculiar comunicación es el ambiente social. El diálogo entre ambos progenitores, y de ellos con su entorno, implica una serie de procesos psicológicos, emocionales, bioquímicos, neuronales y endocrinos que afectan a la maduración del niño en el útero, de forma positiva o negativa dependiendo de cómo influyan en la madre las situaciones que la rodean (la pareja, la familia, el trabajo…).
Por eso, es importantísimo conocer las circunstancias que vivían nuestros padres cuando estábamos dentro del vientre materno. La información que quedó grabada en ti durante la gestación puede estar determinando tu vida en algunos aspectos, como el de tener un hijo.
El vínculo sensorial
En torno a los cuatro o cinco meses de vida gestacional, el ser humano ha empezado a desenvolver sus funciones sensoriales y perceptivas. De hecho, se sabe que reconoce y discrimina la voz de la madre frente a la de otras personas extrañas, y que las sensaciones táctiles que ella percibe se proyectan en el cerebro fetal.
Se trata de la realidad de una comunicación no verbal muy primaria y muy rica a la vez, que se puede estimular mediante programas específicos y de ese modo contribuir a un mejor desarrollo psicológico, sensitivo y emocional del nonato. Las sensaciones que tú misma experimentaste en el vientre materno pueden determinar, sin que tú seas consciente de ello, tu respuesta biológica a la hora de tener a tu futuro bebé. Así es la herencia emocional uterina.
En cuanto a esto, Sue Gerhardt, psicoterapeuta y autora de famosos libros sobre esta influencia, ha centrado sus estudios en el desarrollo cerebral del bebé desde que nace hasta los dos o tres años, e incluso durante el período prenatal. Y ha descubierto no solo la importancia de los afectos para su salud mental, sino también la influencia en sus emociones de lo vivido por la madre en el embarazo.
Sabemos que el tacto y el contacto desempeñan un papel fundamental en los diferentes circuitos bioquímicos que se empiezan a producir, y además ya desde la gestación el feto aprende de alguna manera a relacionarse con el mundo.
La cuestión es que mientras crece en el útero, se mueve con su mamá y comparte con ella su propia experiencia: si se siente nerviosa, feliz, asustada, ilusionada, triste… No sabe lo que le pasa, pero sí cómo lo vive, y registra esa información en su sistema nervioso. Por tanto, no es de extrañar que se manifieste luego, a lo largo de su vida, a través de determinados comportamientos o incluso en su biología, con reacciones de su cuerpo que seguramente no entienda porque su origen se remonta a su etapa en el seno materno.
La psicobióloga Vivette Glover, del Imperial College of London, se refiere también a la relación entre las emociones de la mujer gestante y el desarrollo de su hijo o hija, explicando, entre otros temas, la incidencia de la ansiedad en las embarazadas sobre el bebé, y concluye que puede heredarse en forma de problemas de atención o de hiperactividad. Según sus investigaciones, tiene que ver con el nivel de cortisol en el líquido amniótico.
Pues bien: la información heredada puede aflorar cuando ese bebé es ya una mujer adulta que desea convertirse en madre, ya que un embarazo despierta memorias de embarazo. Nunca desestimes cómo fueron tu propia gestación y tu propio nacimiento, pues tal vez ahí se halle la causa de lo que ocurre años después. A veces no encontramos la respuesta porque no la buscamos donde está…


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